“LA GARRA CHARRUA” 1

“LA GARRA CHARRUA” 1






Breve análisis de la motivación en el fútbol y su relación con la historia.

El deporte esta pregnado de mitos, muchos de ellos tienen la función de revivir sus orígenes. Para comprender la importancia para el deportista y para la sociedad toda, es suficiente mirar hacia atrás y conocer cuál ha sido el fin de esta actividad que permanece vigente durante milenios. Lo que actualmente conocemos como disciplinas deportivas de competición, tiene su orígen en épocas milenarias donde la comunicación, la transmisión de valores sociales, y básicamente la supervivencia eran logrados a través de ellas. Por ello, puede considerarse una actividad inherente al desarrollo humano en sentido amplio.

Algunos estudios sugieren que por ejemplo, lanzamiento de jabalina y atletismo se vinculan directamente a la caza y a la exploración de grandes distancias corriendo tras animales o en la huída de ellos. Otros como patín o gimnasia artística se asocian a danzas rituales primitivas. Las distintas disciplinas que hoy conocemos fueron desarrollándose, según plantean algunas teorías por imitación y complejización de éstas actividades primitivas. A medida que la especie humana aprendia y conformaba su cultura, necesitó de medios eficientes para transmitir a las nuevas generaciones lo adquirido, y ya desde la infancia se inculcaban esos conocimientos a través del juego. La preparación para la guerra y la lucha, contenía espacios de instrucción de alto rendimiento, donde ser incluido requería aptitud, exigentes entrenamientos, habilidades especiales, concentración, esfuerzo sostenido, etc.. La puesta a prueba de condiciones y destrezas físicas (competetitividad) era vivído con naturalidad ya desde la niñez. El juego de pelota específicamente, era común a muchas civilizaciones precolombinas, y compartía con nuestro fútbol características pricipales en cuanto a reglas, campo de juego, objetivos, etc. Se utilizaba como duelo de los grupos de poder, además de poseer connotaciones rituales. También podía jugarse de forma lúdica, dentro de la nobleza. La cultura Oriental también desarrolló durante milenios prácticas físicas como medio y fin para el perfeccionamiento y transmisión de sus cosmovisiones, fundamentalmente en búsqueda de equilibrio entre el cuerpo y la mente, potenciación individual llevando al máximo rendimiento habilidades personales, etc. Un muestra de ello es la práctica contemporánea del Tai Chi, que requiere de gran armonía psíquica, equilibrio físico y altos niveles de concentración, sobre el que se han comprabado efectos favorables en la salud psíquica y física, tanto como en la honorabiliad individual y desde la mirada social de quién lo práctica.

Pero sin dudas el ejemplo más próximo al deporte en nuestra cultura Occidental contemporánea es la antigua Grecia. Allí la competición Olímpica surge a la par del teatro, los jóvenes más aptos tenían así, el poder exclusivo de lucir sus destrezas para rendir homenaje a los Dioses. Ser atelta era sinónimo de poder, elite, admiración, y hasta poseer cierto halo de divinidad.

Actualmente la psicología dedicada a la comprensión del ámbito deportivo, ha hecho especial incapié en la importancia que tiene la motivación para el rendimiento óptimo y saludable de los deportistas. Desde mi punto de vista es indudable que el devenir arquetípico del deporte se relaciona directamente y representa una gran fuente de motivación. Sin embargo, he comprobado que esta fuente que reside en el mundo interno de cada individuo y representa un manantial de estimulos, solo es eficiente cuando permanece activamente en la consciencia.

En una experiencia anterior con niños de 12 años integrantes de un plantel competitivo de natación de Maldonado, comprobé que luego de informarles sobre la tradición del deporte su autoestima se incrementaba al verse a si mismos partícipes de una actividad trascendental que implica poseer valentía, fortaleza mental y física, entre otras destrezas. Luego de profundizar ésta amplitud que significa el deporte como actividad humana a través de debates, actividades lúdicas y otras técnicas, el concepto de competitividad era reformulado por ellos disminuyendo el carácter individualista y extremadamente exijente que le atribuían, para incrementar la consciencia de desarrollo personal y grupal asociado. Estos cambios en la percepción de sus habilidades provocaron como consecuencia inmediata que la motivación ascienda automaticamente, lográndose posteriormente efectos favorables observables no solo en el rendimiento físico, medible a partir de mejores resultados en los puestos, sino en el estado de ánimo y la cohesión grupal, especialmente cuando no se lograban resultados los esperados.

En el caso de nuestro fútbol, podría considerarse que es privilegiado en cuánto a su relación con la historia, ya que la selección uruguaya de fútbol es mundialmente conocida, mas que por sus destrezas por ser poseedor de una especial energía: “la garra Charrúa”.

La “garra Charrúa” simboliza la fuerza y vigorosidad que mantuvieron antiguos pobladores de nuestras tierras, y los sacrificios que debieron superar para sobrevivir. Este espíritu se revive claramente en cada juego donde se presentan nuestros jugadores y más aún cuando deben esforzarse para alcanzar un lugar ante los grandes equipos del mundo. Es interesante observar como la poblacion uruguaya y también extranjeros hacen mención en los medios de prensa a esta energía exclusiva que hace de la selección una privilegiada con atributos místicos.

Sin embargo, parece ser ésta la única escisión en el fútbol en que se filtran esas tradiciones milenarias del espíritu deportivo. La motivación en el deporte hoy es también reflejo de la cultura donde se inspira, que no se funda en el desarrollo del potencial humano primordialmente sino en las dinámicas de consumo y simplificación que plantea el mercado moderno. Si bien no adjudico a estos valores la cualidad de defectos, me parece importante identificarlos como característica principal con que las relaciones posmodernas han teñido muchos ámbitos de desarrollo del Ser Humano. El fútbol visto como una importante fuente de movilidad de ingresos para la económica de empresas transnacionales, no escapa a esta modalidad mercantil. Tal influencia, si bien es dificilmente perceptible, se puede observar con notoriedad al profundizar el dialogo con un grupo de jugadores como el que observamos en el club Atenas de la ciudad de San Carlos en noviembre de 2009.

En el caso de estos jóvenes, que promediaban los 18 años, se observó que al ser indagados respecto a la motivación en que se basaban para someterse a las exigencias que impone el entrenamiento de primera categoría, respondían en general, con autoestíma disminuida ante la actividad fundamentando que jugar al fútbol es una manera “fácil” de ganarse el sustento para aquellos que no puedieron seguir estudiando secundaria por ejemplo, o la posibilidad de “ser rico” desde jóven, viajar, independizarse, etc. Como era de esperarse en este contexto, el conflicto entre individualidades es también notorio al igual que la imposibilidad de constituir un equipo, que es la condición indispensable para lograr el éxito, sobre todo en este deporte. En estos jóvenes, éxito es sinónimo de ascenso a un equipo que pague más, fin que requiere la exposicion individual en detrimento del otro y la competitividad ineficaz a los fines del deporte entre compañeros de equipo. El ego en cada uno debe de imponerse para luchar por esos privilegiados puestos de ascenso, dejando de lado el desarrollo del Sí mismo y al equipo al que pertenecen, sin el cuál toda meta es inaccesible de por sí. Mi intervención en la entrevista a este grupo consistió en preguntarles si alguna vez habían considerado el “porqué” ser deportista, más que “para qué”, con la intensión de que consideráran otras características que el deporte presupone en sí mismo, manifiesta por ejemplo en la admiración que cada espectador siente todos los que conforman el equipo por el que simpatizan; también el desarrollo personal que significa ponerse a prueba a uno mismo permanentemente y aprender a crecer dejando de lado intereses individuales y supérfluos, las auténticidad que ha hecho del deporte y del juego una costumbre que se mantiene desde los primeros grupos humanos hasta el momento en que ellos lo reviven en cada partido, etc. No hubo desacuerdo ni opiniones a favor al respecto. El silencio fue la respuesta común. Ninguno habia considerado que era representarte de lo que cientos de años atrás fue considerado heróico y divino. Ninguno manifestó haber considerado que cada uno de los espectadores, adultos y sobre todo niños, se llenaban el alma de admiracion al verlos por una razon cierta que no se reduce a las ganancias económicas que producen las entradas vendidas. No se habian detenido a pensar lo que significa para su persona desarrollarse al punto de superar grandes exigencias. En este grupo jugar al fútbol no es sinónimo de prestigio, ni orgullo; mas bien era un medio para obtener dinero, deshacerse de reproches por su desempleo en la familia u obtener reconocimiento ante el grupo de pares.

Conclusiones:

El ser humano mantiene una profunda comunicación consigo mismo a través de la práctica de actividades que transmiten la historia vivida durante milenios, sobre todo cuando ésta se mantiene fresca y valorada en la consciencia. Actualmente nuestra cultura del “fast world”, no es ávida de reminiscencias, pero sin este espíritu el Ser Humano no puede seguir desarrollándoe porque eso implica bloquear funciones escenciales. El fútbol es sin dudas una industria ampliamente desarrollada y bien valuada en el mercado, pero antes de ello es una disciplina que construye desarrollo social y Humano. Desde mi opinión e inicial experiencia, al reactivar esa escencia adormecida bajo la inmediatez del mercado, se impacta inmediatamente sobre la motivación de un deportista, y en toda su persona al incrementar su autoestima y orgullo, sabiéndose transmisor de valores que apuntan a la evolución de una sociedad entera.

No considero que el fútbol deba ni pueda dejar de ser una industria para ser útil o saludable, todo lo contrario, la mercantilización es el alma de nuestra era y es inevitable que todo pase por este proceso de “productivización“; sin embargo cualquier ámbito o disciplina puede ser infinitamente más productiva cuando revive algo en la escencia humana. Como prefesionales de la psicólogía en este naciente ámbito de intervención, creo que tenemos un amplio y entretenido campo para desarrollarnos, ocupándonos de nuestras especialidades como lo es reactivar y reencauzar emociones ligadas a experiencias de nuestra historia individual y colectiva.